Patatas y hortalizas
Pintura
La pintura es materia y es espíritu. La pintura es actitud, movimiento, cambio, devenir. La pintura es relación entre nosotros y la materia, entre el movimiento y el reposo. La pintura está viva. La pintura se transforma, salta del bote a la superficie, de las manos a la vida, del lienzo hacia el ojo, como una serpiente. La pintura mancha. La pintura hiere. La pintura mata. Y en la pintura: los materiales, formas y colores, como palabras en un poema; una unión, determinada, que refleja la indeterminación propia de su origen, su mutabilidad, su capacidad de abrir nuevos horizontes de significado, de ser lo que uno quiere que sea, de no ser nada, una pulsión de libertad, una mentira - que huye de la consciencia, de la gramática, del lenguaje – que se reproduce en el espectador, como invitado. La pintura ayuda al espectador, a ese ser que vive el cuadro, que se para frente a él, y juntos, exploran el misterio del universo, de ese viaje de la nada hacia el todo, a través del camino de la creación, manual, y que acaba reflejando su otra cara, esa nada-indeterminada que también es un algo-determinado, si no (un) todo, que refleja todas las caras de ese poliedro que componen el cosmos en sí, y los seres que intentamos conocerlo. La pintura es sólo pintura pero lleva consigo toda la capacidad humana de conocer - en sus múltiples cualidades, racional, no-racional, irracional, imaginativa, todas las caras que nos damos y que podríamos darnos a nosotros mismos - que nos representa, que vemos en todo el universo, y en ella: se ven también.
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