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Fui a París, Francia, y me inscribí en la edición de este año del tradicional concurso de dobles del escritor Enrique Vila-Matas. La competición tuvo lugar en el Café de Flore, el bar favorito del escritor cuando vivia en el Quartier Latin, al sur de París. No es necesario decir que presentarse a ese concurso -repleto de hombres robustos, de mediana edad y con notables entradas en la frente, idénticos todos a Vila-Matas, idénticos incluso en su vertiente más estúpida- es una experiencia única.