Thursday

Iconoclastas requetemodernos


¿Qué vas a hacer?
¡No va a ser todo pegar a los judíos!
Quieras que no, tienes que saber jugar al billar.
A.S. Pushkin




_____eran años difíciles para emplear el cerebro en algo que no fuera el fútbol o ganar dinero. Ellos lo sabían bien. Estaban condenados. Eran raros. Bueno no tan raros, pero en comparación con el resto, si. Tenían gustos raros, extravagancias psicológicas y un gusto desarrollado por y en la diferencia. Postmodernos e iconoclastas. Aunque claro, adoraban a ídolos y tenían algún que otro valor. Al menos querían crear algún valor. Si, quizá si eran diferentes. Sus amigas, mujeres, compañeras, no lo veían así. Pero lo eran. Eran hombres extraños. Intranquilos. Lucidos o demasiado perturbados. Pero les gustaba diferenciarse con el resto, aunque fuera de cutis hacia dentro. El mundo, así, estaba en su contra. No podían mezclarse con el. Incluso en el lodo de las alcantarillas, que forma un todo casi uniforme y homogéneo, flotaban pequeños trozos de quien sabe que. Ellos se reconocían como esos trozos, nadando e intentando no sumergirse en el lodo, del que no podrían volver jamás. Pero no era fácil. Trabajo, desilusión, a merced del mercado, donde tenían difícil entrada. No podían ni reunirse tranquilamente. Incluso tenían que encontrarse en los bares de fútbol, a merced del griterío de aficionados y detractores, para poder emborracharse tranquilamente a precios asequibles, sin ser molestados. Pasando desapercibidos. En aquellos años todos los bares tenían delirios de grandeza y todos cobraban cantidades exageradas por la cerveza, que siempre había sido amiga del pobre. Ya nunca mas. Llegó el euro amigos. Era la segunda ley seca de la historia, el cubata a 8 euros. En algunos sitios. Otros, 5. Cerveza 2 euros. Menos de eso y de noche, imposible, excepto por esos bares de fútbol, que no tardaban en cerrar. La noche era para los jóvenes que vivían en casa y que por ello tenían sobresueldo, que no dudaban en gastar en el ocio nocturno. Exceso de sueldo para vivir en casa, con los padres, que permitía disfrutar la vida. Un sueldo asqueroso si se quería la independencia familiar y un hogar. Así que todos se gastaban el sueldo yendo de marcha. Aún así, no quedaban bares nocturnos a partir de las 3 y se hacía necesario ir a los night-club y discotecas varias, jungla de estos niñatos-con-sobresueldo, con precios desorbitados y demasiados escotes. Siempre había demasiado escote. Y nunca eran suficientes. ¿entendéis por donde voy? Y Eumolpo lo sabía muy bien. Cogió nombre de romano por gustarle la comida, las mujeres y el vino. De griego, por gustarle la música, la buena conversación y el arte. Siempre sentía que su cerebro tenia que lidiar entre el delicioso canto de las sirenas y su propia voluntad. Era difícil hablar en estos sitios. La música alta, el ruido, la gente. Era mas fácil concentrarse en dejarse llevar por la música y los escotes. Mucho mas fácil. Aunque prefería las piernas. Siempre prefería otra cosa. Era el gran bufete, donde uno podía servirse a placer, pero no podía pararse a reflexionar ni un segundo. Este era el siglo que les había tocado vivir..

- Que, una altra birra?

- Por favor.


Caló el chapó,
requirió la espada,
fuese...
y no hubo nada.

M. Cervantes