Tuesday

Scherzo


De las cosas que tienes,
escoge las mejores y medita
después cuán afanosamente
las hubieras buscado
si no las tuvieras.
Marco Aurelio


Piano concerto en Re Mayor K40
W.A. Mozart




El piano rodaba calle abajo. Rapido, ganando velocidad a cada segundo. Siempre se caía, hasta llegar a zambullirse, bajo el muelle, en el mar. No era nada nuevo. Luego flotaba y volvía a hundirse. La pregunta era la misma, eso sí. ¿Porque bajaba rodando el piano calle abajo sin avisar, sin que casi pudieran explicarlo?. Claro, había muchas teorías que intentaban dar explicación a tan grotesco acto de caos y anarquía. Un piano que aparece de la nada y baja rodando la calle, sin detenerse ante nada ni nadie y acababa por saltar hasta el mar. La gente se quedaba boquiabierta cuando veía suceder el fenómeno, que por supuesto, no era regular. Ocurría de vez en cuando. Muchos intentaban justificar su llegada con aspectos de la vida de aquella gente, por pecadores, por ejemplo. Pero los eclesiásticos no eran los únicos. Para otros era una acumulación sin explicación de materia sobrante del cosmos que aparecía y con el propio movimiento y energía desprendido del acto de zambullirse, era para ellos un acto de la naturaleza. Otra religión vaya. De todos modos era seguro que no había ningún habitante que no creyera que era algo un poco extraño. Weird, que dicen los anglosajones. Pretty weird. A otros les daba igual que cayera el piano o no, lo aceptaban como quien ve caer el agua del grifo. Bah, decían. Más extraño todavía era que nunca habían podido encontrar los pianos, en el fondo de la bahía.

Un día, cualquiera, medio nublado, como era ya normal en aquella bahía, ocurría algo mucho mas curioso. De repente y sin previo aviso como hacía el piano, cinco violines con respectivos arcos aparecieron del cielo rodando cuesta abajo hasta llegar al fondo de la bahía. Rápidamente se vió a alguien que se zambullía tras ellos en su busca, instintivamente, para desvelar aquel misterio. Otros se lo miraban pensando en su fútil acción. No era de posible u humana concepción aquel suceso. Necesitaba de la explicación de alguien más poderoso. Alguna inteligencia cosmológica era necesaria, sin entrar en creencias religiosas ni panteístas. Algo tenía que hacer aparecer y desaparecer aquellos violines, aquel piano.

¿De dónde venían? ¿A dónde iban? ¿Cuál era su propósito? ¿Era una petición? ¿Un reproche, quizá? Nadie lo sabía. Muchos no querían si quiera saberlo.

¿Desde cuando sucedía aquello? ¿No lo sabían tampoco? La conciencia popular solo alcanzaba a recordar seis de aquellas interrupciones de la normalidad. Lo que sí se dice es que las primeras veces el piano tocaba una melodía extraña mientras rodaba calle abajo. Nadie nunca supo que era o quien lo había compuesto, pero no les parecía extraño al lado del suceso en sí. Luego, con el tiempo, parece que la melodía se apagó y solo se oía el ruido del piano rodando sobre el asfalto y el final, el zambullirse contra el agua. Eso sí. Violines no se recordaban. Pero dada la excepcionalidad del caso, tampoco nadie se preguntó en aquel momento respecto de los violines. Luego sí. Al rato de este nuevo suceso algunos empezaron a gritar:

¡Es un mensaje divino! ¡Seis pianos! ¡Cinco violines! ¡¿Qué será lo próximo?! ¡¿Sección de viento?! ¿¡Sera la cólera de dios!? ¿¡Porque!?

Pero no podían entenderlo, ni entenderse a si mismos. Se dejaban la garganta a gritos, exclamando su sorpresa y la impotencia que la ignorancia sobre el suceso les provocaba.

De tanto gritar, muchos se quedaron sordos de repente.

Increíble piensas tu, te lo digo yo. Joder, pianos, violines..¿que dónde querré ir a parar? Muy sencillo, tal y como lo habías pensado, sí, al fondo de la bahía, claro.

Pero no hubo más pianos, ni más violines ni ningún otro instrumento. Las generaciones empezaron a acusar a sus antepasados de mentirosos o demasiado imaginativos. Se acabo la música para ellos. Se quedaron sordos.

Sordos