y las paredes eran de un burdeos petit-burges
A. Zagajewski
y él se acercó al marco del recibidor, y según avanzaba por la sala, de repente contempló la pared. Era de un rojo burdeos asqueroso. Petit-burges y decorado con cortinas de borde dorado, y cenefas igualmente doradas e igualmente inimaginables por aquellos años 5. Mientras Michel le hablaba sobre la mona lisa y la puta importancia del retrato del siglo XV y blablabla... - A mi no me jodas con el rollo del retrato del renacimiento, con esa pared colega - pensó para si. El otro paso a recitar los versos de Boecio. Esto era insoportable. Yo, en un arrebato de ira y poco control de razón empecé a quemar las cortinas. El cabrón se abalanzo sobre mi con sus zarpas de león de pista de tenis. Chulo piscinas con rollo de media hora sobre el renacimiento.
[...]
no pude recordar nada mas. Me desperté en la calle, húmedo y asqueado. Con la típica babilla del desdichado, echado completamente a perder. - Se miró la chaqueta, revisó su camisa y comprobó, sorprendido, que estaba manchado de sangre. Oh no, pensó para si. Es de ese asqueroso burdeos petit-burges.
¿Es de eso de lo que estamos hechos? Que asco.
Amanecía en Barcelona.