Thursday

La vieja Rusia


¡apártate de mi camino, pesadilla darwiniana!
Indiana Jones



En aquel momento, estaba mirando a una jovencita que se sentaba delante mio. Era delgada y coqueta como la que más. Labios carnosos, melena suelta. La verdad, nunca había estado en Rusia, pero el paisaje, en y desde el tren, era cojonudo. Todo nevado y dónde acababa el cielo parecía que empezaba la tierra, aunque era una mera ilusión. Entre el paisaje y la muchacha iba ensimismado. De pronto, el tren dio un frenazo y lo que para todos fue un mal trago, para mi fue el cielo. Si, lo habéis adivinado. Mi cara fue de cabeza a aquellos pechos carnosos y sobre aquellos muslos soviéticos. No pude contenerme y me levante, una vez hubo parado el tren, con una sonrisa maliciosa en la cara, y ella la noto. Ella también estaba sonrosada, pero más aturdida todavía. Nadie sabía que había pasado. El tren se detuvo, súbitamente, en medio de ninguna parte. ¿Dónde estamos? - se oía a lo largo del tren. En algún sitio entre Petrogrado y Moscú, afirmaban algunos, y por lo pronto, todo el mundo los creyó y el asunto quedó concluido. Pero yo estaba intranquilo, había sido un día duro blablalbla, cuando de repente alguien me toca por detrás. Dicen que están buscando alguien que pilote el tren, ¡pásalo!. Algún gracioso grita ¡Azafata, por favor! - La verdad es que yo entendía un poco de ruso, solo un poco. Lo justo para mandar a la mierda a alguien, que ya es cuando dominas un idioma con soltura. Pero parece que el tren no avanza.

Llevamos casi una hora, pero nadie dice nada. La gente se ha apotronado en sus asientos y se dedican a hablar entre ellos o mirar por el paisaje, nevado. Muchos haciendo sudokus, otros con música. Uno hasta ha sacado una guitarra y hacen corro unos cuantos a su alrededor. Que jodidos. Yo estoy intranquilo, la verdad. ¿Que coño pasará? Hablo con una vieja que esta a mi lado. Es la típica de cuento, pelo blanco, arrugas insondables, cara amable, lectora y todavía vivaz, a pesar de su longevidad. Perece muy vieja, eso si. Hablo con ella y me explica que es normal en Rusia de vez en cuando, un parón por alguna avería. Las vías son viejas - dice sonriendo. Y yo que iba a casa de mi amigo Antoni a ver que tal le iba por Rusia y va y me encuentro en mi aventurilla particular. Me animo. Ahora estoy casi excitado por lo sucedido. La chica de delante ha empezado a conversar con otro tipo más guaperas, creo que no era para tanto. Pregunto en voz alta, con tono de extranjero. ¿Pero esto no es Rusia?, ¿no debería ir algún técnico capaz de pilotar este trasto? ¿No hay nadie que nos diga nada? Ni donde estamos, ni que haremos, ¿nada?
Estamos en Rusia, señor, aquí todo va despacio - me dice una cuarentona detrás mio. Parece que seguía la conversación que mantenía con la abuela. Miro a la abuela, que me sonríe. Que jodida la abuela. Me ha caído simpática, mira. Recuerdo al tipo que me tocó y me dijo que necesitaban un piloto para esto. No lo he vuelto a ver. ¿Dónde habrá ido?

Yo me impaciento más y más. No puedo aguantar aquí y con la excitación de mi aventurilla, me dispongo a avanzar por el tren hasta llegar a la cabeza, a ver que coño pasa. Voy pasando y los vagones se suceden tranquilamente. La gente se dedica básicamente a lo mismo, excepto que en algunos, juegan a cartas. Pa pasar el rato. Que tíos. Pero yo sigo avanzando, hasta que al final, llego a la cabina del conductor. Esta cerrada. La gente de al lado, no están alborotados en la puerta, como yo podría esperar. Todos tranquilos. Llamo a la puerta. Vuelvo a llamar. Nadie contesta. Uno de los pasajeros me dice que estará durmiendo, que no me preocupe. Sera cabrón. Cómo no me voy a preocupar, mamón. Estoy un poco alterado, rimo incluso las chorradas. Llamo y llamo, pero nadie contesta. Le doy un empujón. Un tipo me ve y se une a mi empeño, ayudándome a abrir la dichosa puerta. Pero nada, dos no somos suficientes. Y como veían, que no se caían, fueron a llamar a otro elefaante. Así que otro ruso puso su empeño. ¿Joder, estará muerto? ¿Habrá palmado el conductor? - iba preguntándose la gente, pero nadie acertaba a decir que era. ¿Que le habrá pasado? Empujamos y empujamos, pero no se abría. Un tipo, que parecía que sabía lo que hacía, incluso se atrevió a bajar del tren y comprobar desde fuera de la cabina, el estado del conductor. ¡No lo veo! - decía. Y nosotros a lo nuestro. Al final de mil doscientos treinta y cuatro empujones, no les miento, la dichosa puerta venció y con ello la para nosotros fue la victoria. Pero duró poco. Pudo más la curiosidad del hombre. Y en acto reflejo, casi instantáneo, nos adentramos en la cabina, a trompicones, no dejándonos entrar el uno al otro, entre los que habíamos derribado la puerta. Al final puedo pasar y alcanzo a ver, sorprendido, que és la muerte, en persona, quien conducía el tren. Joder la muerte en persona, y yo sin esmoquin. Vaya, era una sombra a contraluz, de una figura y una plancha. ¿Una plancha? Inconfundible. La muerte en persona. No es ese tipo de muerte-en-persona que vosotros podríais llegar a pensar. Es aquella misma señora mayor, vieja y arrugada, que se sentaba a mi lado en el tren.. cuando... si.. antes de que... ..aquellos pechos..si

The end